Cada tres meses se cierne la duda sobre mi. Y no es una duda cualquiera, es feroz y directa. Es algo que puede arrebatarme la posibilidad de empezar dejando de lado tormentas. Y es precisamente eso lo que puede pasar, que llueva, que vuelva a llover, que se vuelvan a mojar mis sueños.
El primer diluvio acabó con las ilusiones que durante tantos años habían ido creciendo en mi, acabó con la posibilidad de dedicarme a lo que había querido desde niña, y solo eso ya se merece todo el desprecio del mundo. Ahora están naciendo ilusiones nuevas, no tan intensas, pero que bastarán para no hundirme; el daño está hecho, sí, pero vamos a intentar repararlo.