21 de noviembre de 2013

"La quimio son seis meses y te olvidas" Y otras mentiras de manual.

18 de junio de 2012
Tras un golpe brusco y seco las cartas están encima de la mesa. Lo que hay es lo que ves. Por primera vez en mi vida no tengo otra opción, al menos real, dejarse morir, ni en este ni en ese momento fue una opción.

La doctora, acostumbrada a moverse entre hileras de vidas colgantes, ni se inmuta al decir su discurso.
En ese momento pienso en todas las veces que habrá dicho esas mismas palabras. En toda la gente que pasó antes por esa silla... (Esta silla merece un capitulo a parte que trataremos más adelante).

Me cuesta recordar el momento en el que me dijeron que tenía cáncer. Creo que había tantas emociones distintas en el ambiente que la noticia se entremezcló con ellas y escapó por la puerta en cuanto pudo; sin embargo recuerdo perfectamente que la doctora me dijo que me iba a curar.
Después de eso pasó a enumerar todos los efectos secundarios de la quimioterapia, impasible, como quien te vende un abrigo para el invierno.
En mi mente el cáncer pasó a ser un mero espectador de la devastación que produciría la quimioterapia. Iban a curarme de una cosa a costa de muchas otras; sin embargo no paraban de repetirme las mismas palabras. Como loros.

Y me engañaron.

Seis meses y te olvidas.
Seis meses y como nueva.
Seis meses y esto será solo un mal recuerdo.
Seis meses y estarás como si nada.
Seis meses y te reirás de todo eso.
Seis meses y volverás a tu vida diaria.
Seis meses y se acaba todo Laura.
Seis meses.
Seis meses.
Seis meses.
Seis meses.

Como si seis meses no fueran nada a los veintiún años.
Como si fuera abrir y cerrar los ojos un par de veces...
Como si no fuera a perder.
Como si aquello solo fueran "días".



2 de julio de 2012
Mi primera sesión de quimio.
No tenía miedo. Ni dolor (los que hayan pasado por una biopsia de médula osea me entenderán). Ni ganas, las cosas como son. El día anterior España había ganado de nuevo la Eurocopa y cuando todo el mundo se echó a la calle para celebrarlo yo me despedí de mis amigas y me fui a casa.

Todo el mundo a mi alrededor era mayor. Tenían el gesto cansado, y la mirada apagada. Estaban pálidos, delgados y callados. Muy callados. En este momento fue cuando me entró el miedo. Yo no quería ser una sombra de lo que era en ese momento, yo no quería apagarme. Yo no quería adelgazar, no quería meterme en la cama una semana entera, no quería llorar, no quería sufrir.... Y como no quería, no lo hice.

Esperé paciente las famosas náuseas de las que todo el mundo habla. No vinieron. Noté el estomago revuelto, pero para mi que eran los nervios que veían acercarse al veneno.
El doctor me recetó unas pastillas para evitar los vómitos. ¿Más mierda? Pensé. Y las fui almacenando. Cada sesión me daban 3.
Me quedé con 33.
Usé 3.

Las horas pasaban muy lentas. Entrar a las 8 y salír a las 4 o a las 5 de la tarde.
Y así durante seis meses.
Un lunes sí, un lunes no.

¿Recordais aquello de los seis meses?...

Seis meses y te olvidas.
Seis meses y como nueva.
Seis meses y esto será solo un mal recuerdo.
Seis meses y estarás como si nada.
Seis meses y te reirás de todo eso.
Seis meses y volverás a tu vida diaria.
Seis meses y se acaba todo Laura.
Seis meses.
Seis meses.
Seis meses.
Seis meses.






1 año y seis meses después... sigo esperando.






"Aqui estoy, con las manos sangrando de tanto acariciar tu corazón roto, de clavarme los pedazos que rompieron otros... Pero sigo, porque quiero curarte esta herida, porque nadie merece la muerte en vida."


11 de noviembre de 2013

-¿Que pasó?
-La vida.
-No hablo de eso...
-Lo se. Pero aún soy incapaz de darte una razón, un motivo, una explicación... Aún no he logrado encontrar las palabras que me faltaron para evitar que nos rompieramos en mil pedazos. No he reunido el valor que me faltó en su día.
-Han pasado más de siete años.
-Y no he logrado olvidar...
-¡Han pasado más de siete años y sigues haciendome creer que me quieres!, ¡que me has querido! Si de verdad hubiera sido cierto no estaríamos aquí, cada uno en un lado del banco, con la mirada encendida de odio y desgana hablando de aquello. Estaríamos abrazados, y nada hubiese pasado.
-Ya empiezas con tus cuentos... ¡El amor no mueve montañas, enterate de una vez!
-Quizá ese es mi problema, que leí demasiado como para conformarme contigo. Que demasiados autores definieron el amor de manera contraria a ti.
-Me quisiste como a nadie...
-No te quise, te necesité. Y ni siquera supiste marcar mi número de telefono cuando algo iba mal.
-Nunca se me dieron bien las palabras. Lo siento.
-No te engañes, nunca se te dio bien nada.
-Te hacía llorar...
-Sí, eso se te daba de puta madre.
-Joder, creía que era eso lo que necesitabas. Llorar. Drama. Tu vida era una constante acuarela desdibujada, eras triste, gris... Y cuando menos te quería yo más me querías tu.
-¿Lo hiciste a proposito?
-Sí. Creía que esa era tu manera de ser feliz.
-No fui feliz... No fui feliz contigo ni un solo minuto.
-Lo se, pero ahora lo eres. Gracias a mi escribiste un libro que se agotó en menos de 10 horas en todas las librerías del país. ¿No lo ves? ¡Solo escribias cuando estabas triste y desdichada! Y yo sabía que solo eras del todo feliz escribiendo. ¡Nos sacrifiqué por ti!, como ahora lo estoy haciendo...

Le miré a los ojos. Agaché la cabeza y empecé a escribir frenéticamente mi siguiente libro.
Su recuerdo se esfumó, haciendome feliz una vez más.


He vuelto, porque quizá no sea tan fácil eso de dejar atrás todo lo que fuimos tu y yo. No es solo cerrar la puerta y tirar la llave. No. Sigues aullandome cada noche, arañas la madera de una forma desenfrenada y yo solo consigo taparme con la manta y temblar.

Que tiré la llave sí... pero no su copia.