-¿Que pasó?
-La vida.
-No hablo de eso...
-Lo se. Pero aún soy incapaz de darte una razón, un motivo, una explicación... Aún no he logrado encontrar las palabras que me faltaron para evitar que nos rompieramos en mil pedazos. No he reunido el valor que me faltó en su día.
-Han pasado más de siete años.
-Y no he logrado olvidar...
-¡Han pasado más de siete años y sigues haciendome creer que me quieres!, ¡que me has querido! Si de verdad hubiera sido cierto no estaríamos aquí, cada uno en un lado del banco, con la mirada encendida de odio y desgana hablando de aquello. Estaríamos abrazados, y nada hubiese pasado.
-Ya empiezas con tus cuentos... ¡El amor no mueve montañas, enterate de una vez!
-Quizá ese es mi problema, que leí demasiado como para conformarme contigo. Que demasiados autores definieron el amor de manera contraria a ti.
-Me quisiste como a nadie...
-No te quise, te necesité. Y ni siquera supiste marcar mi número de telefono cuando algo iba mal.
-Nunca se me dieron bien las palabras. Lo siento.
-No te engañes, nunca se te dio bien nada.
-Te hacía llorar...
-Sí, eso se te daba de puta madre.
-Joder, creía que era eso lo que necesitabas. Llorar. Drama. Tu vida era una constante acuarela desdibujada, eras triste, gris... Y cuando menos te quería yo más me querías tu.
-¿Lo hiciste a proposito?
-Sí. Creía que esa era tu manera de ser feliz.
-No fui feliz... No fui feliz contigo ni un solo minuto.
-Lo se, pero ahora lo eres. Gracias a mi escribiste un libro que se agotó en menos de 10 horas en todas las librerías del país. ¿No lo ves? ¡Solo escribias cuando estabas triste y desdichada! Y yo sabía que solo eras del todo feliz escribiendo. ¡Nos sacrifiqué por ti!, como ahora lo estoy haciendo...
Le miré a los ojos. Agaché la cabeza y empecé a escribir frenéticamente mi siguiente libro.
Su recuerdo se esfumó, haciendome feliz una vez más.
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