Llegaste jurando que habían sido los peores meses de tu vida. Que había visto de todo... Sangre, armas, muerte, niños que en vez de estudiar lanzaban granadas o les lanzaban a ellos como tal. Me contaste que para ti era imposible mirar a los ojos de esos niños y apuntarles ni tan siquiera con un arma... y así se fue el primero.
Pasabas largas temporadas sin escribirme, y yo, loca porque regresaras y poder oir cada palabra de tu boca... Y llegaste. Llegaste jurando que odiabas al ser humano, que nos enfrentábamos siempre por cosas absurdas y no nos parábamos a pensar en lo que de verdad importa. Y tenías razón. Aún a día de hoy tienes razón.
Tu no perdonas esa Guerra porque no era vuestra y la pagamos todos, con lágrimas, sudor, fuerza y vidas. Vidas. Yo tenía miedo de perder la tuya... Y te perdí. Porque no me dejaste seguir a tu lado después de aquello; te encerraste en tu coraza decidido a olvidar todo. Te ayudaste con el ron, pero eso no hizo nada más que empeorar las cosas, recordándote pesadillas que debiste dejar en las trincheras.
Te perdí a ti. Te perdí por culpa de una maldita guerra que no era nuestra, que no era tuya, que no era mía y que sufrimos los dos y todos los que nunca más volvieron a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario