2 de junio de 2015

Guardaremos bajo llave hasta el último detalle

Al otro lado del cristal ya no queda nada de lo que tu y yo fuimos, y lo cierto es que a este lado no dejo de fumarme cigarrillos con tus fotos. Pronto dejaremos de existir, y la pena lleva aporreando la puerta media hora, pero no pienso abrir. Ya nos hemos despedido, ya nada de lo que venga a decirme va a arreglar todo este caos.
No quiero llorar, por una vez voy a mirar al infinito hasta que se sequen mis pupilas y se arruguen como el papel cuando se humedece. Nunca tuvimos sentido, pero siempre quisimos dárnoslo.

1 comentario:

  1. Tal vez no sea la pena quien aporrea la puerta, tal vez sea el amor. A veces es fácil confundir sentimientos. Tal vez sea la persona que te ama. Tal vez detrás de esa puerta esté la felicidad. Tal vez abras esa puerta y veas un aeropuerto, con una última llamada sonando por la megafonía de un avión que parte con rumbo a ninguna parte. O tal vez haya una persona con heridas que nunca cicatrizaron. Una persona que aprendió a entrelazar sus sentimientos con otra persona con las mismas cicatrices. A lo mejor esa persona no está viva, simplemente es un fantasma que viene a despedirse. Tal vez venga para darte un beso cálido en la frente, para darte las gracias y decir adiós. A lo mejor es un chiquillo descalzo, sin ropa y con necesidad de un abrazo. Tal vez no sepa articular palabra, pero por sus ojos vacíos como dos agujeros negros sabrás lo que necesita. Tal vez esa persona necesite morir para esperar en el limbo tu muerte y poder reencarnaros en algo eterno. Tal vez él sea eterno. A lo mejor maldice día a día a un Dios en el que no cree por haberte conocido en el momento equivocado. A lo mejor es un pobre diablo enamorado. A lo mejor esa personita, sensible y triste, se siente gris, vacío y muerto como un solitario domingo nublado; como un cristal opaco o como una noche sin tu calor. Tal vez solo te pida una segunda oportunidad, un segundo intento mortal antes de claudicar, antes de morir arrodillado en la arena. Tal vez lo veas desangrándose, con muchos estacazos, pero antes del tiro de gracia, puede que saque fuerzas infinitas para sacarte de ese pozo del que crees no tener salida. Tal vez, tras esa puerta, sea alguien con la mano tendida que sin decirte nada, te pide con la mirada que la agarres muy fuerte y no mires atrás. Él, de un tirón, te llevará donde quiera que queráis ir. Tal vez simplemente quiera darte las gracias por el tiempo que le regalaste, inimaginablemente perfecto. Puede que ya esté cansado de que le oigas con la voz entrecortada intentar buscar en lo más profundo de su corazón lo que tiene, y no tenga palabras para describir que está completamente hueco y que necesita una recarga. Tal vez sepa, como en un acto de fe, que vuestra relación va a ser eterna en el cielo y en la tierra, y quiere que lo sepas, aunque no sepa cómo decírtelo. Tal vez, como si esa persona fuera fuerte, quiera calmarte, decirte que todo va a salir bien, que no hay de qué preocuparse y que la vida es muy corta como para andar enfadados, cogerte en brazos, y llevarte lejos de aquí, que cada día que pasa separado de ti es un puñal que se clava en su estómago y que perdones sus errores. Tal vez no le merezca la pena, a esa personita, vivir separado de ti, y preferiría estar muerto, pues vivir sin ti es como estarlo. Puede que mire cada noche tus fotos, recuerde el momento exacto en el que fue tomada y repita en su mente, como en una proyección, los momentos previos a esa fotografía, sonriendo por dentro al recordar lo feliz que fue, lo verde que era el campo, lo mucho que brillaba el sol y lo azul que era el cielo, lo alto que cantaban los pajarillos y lo mucho que deseaba que el reloj se parara para siempre en aquél instante, pues imaginaba que algún día sucedería esto. Tal vez sea alguien que recuerda como si fuera ayer todos y cada uno de los momentos más insignificantes que pasó contigo, todos y esos momentos que te creías sola en el mundo, evadida completamente, pero que ahí estaba ahí, mirándote de reojo como cantabas para ti en el coche, como te ibas quedando poco a poco dormida, o como abrías la guantera como una niña que desea encontrárselo lleno de piruletas. Puede que crea que sientes miedo, y para eso esta él, para abrazarte, cobijarte y abrir un gran paraguas que te proteja de las lluvias y de los rayos del sol. Puede que no sea un paraguas nuevo, pero no es un paraguas roto: simplemente hay que cambiar la telita y quedará como nuevo. Puede que sea un muchacho infeliz que espera, al fin, a que abras la puerta.

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