Nunca supe cual iba a ser nuestra última foto o nuestro último beso o nuestro último paseo. Nunca lo sabremos y quizá es por eso que 'nuestras últimas veces' nos saben tan amargas. Es inmenso el vacío que se siente cuando revives esa última vez, te quema la garganta como una copa de tequila del malo y la magia se disipa y solo queda la melancolía, que te enfría el alma y te convierte en cartón piedra. En una persona más.
A veces pienso que los finales serían más fáciles si lo supiéramos de antemano. Como cuando te cuentan una película, o el argumento de un libro... el sock no es tan tremendo. Ni tan duro. Y el duelo no dura tanto. Claro, que, por ejemplo, si yo hubiese sabido dónde estaba nuestro final habría hecho desaparecer todos los calendarios de este mundo para que ese día nunca llegara. Habría retrocedido cada domingo al anterior domingo para alargar nuestras semanas, nuestros meses, nuestros años... Se que suena a locura y que soy solo yo la que hubiera pedido más horas contigo, pero cuando conoces el amor tan de cerca luego es imposible volverlo a encontrar en otra piel.
Encontraré reemplazo, porque el ser humano es así, necesita llenar los huecos que se van quedando vacíos; pero yo se que siempre le voy a dejar espacio a tu nombre, por lo que hemos sido y por lo que he aprendido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario