30 de septiembre de 2015

"Vayámonos a-Marte", dijiste. Y nunca un viaje se me hizo tan corto.


Creo que esperar sin desesperar es la gran asignatura pendiente del ser humano.


22 de septiembre de 2015

Ya no quiero cambiar el mundo, que se cambie solo, que de un par de vueltas de campana y de paso nos de un revolcón entre tus sábanas. Y ojalá la última voltereta me lleve lejos, y a ti más.

20 de septiembre de 2015

Estamos monopolizando la magia. Lo digo en serio, ¿si no cómo explicas que en este sótano sin ventanas aún quede luz?, ¿cómo lo explicas si rompimos aquella bombilla que colgaba del techo a mordiscos?. Aún recuerdo cuando nos sangró la boca por primera vez, ese primer mordisco a la manzana de Blancanieves, a los cuentos con final feliz de los que todo el mundo habla y nadie vive; recuerdo tus cristales clavándose en mis labios y mis astillas clavándose en tus costillas. Y nadie lloraba, solo éramos capaces de hacer el amor para después romperlo y observar el desastre a nuestros pies. Satisfechos. Locos. Y yo feliz, sangrando en tu espalda. Esto tiene que ser magia. Eso o que somos dos putos enfermos mentales que solo saben curarse las heridas abriendo otras nuevas, dos enfermos con el cuerpo cubierto de llagas y el alma atiborrada de pastillas. Los huesos de cristal y el tabique de la nariz deshecho de tanto aspirar... aspirar a darnos el uno al otro. Y aún no lo hemos conseguido, queda carne que quemar y piel que rasgar.

Ya he perdido la cuenta de todas las veces que he intentado salir de ahí, de salvarme, como si fuera tan sencillo abrazarse a la luz sin quemarse; como si fuera tan sencillo abandonarte a tu maldita suerte, fingir que no me salen moratones en la piel cuando a ti te dan un golpe, fingir que no sangro cuando disparas lágrimas o prospectos de medicinas como si fueran el confeti más bonito del mundo. No es nada sencillo fingir que quiero vivir sin ti.

Mantengo que te odio.
TE ODIO: porque me quieres como soy y no como debería -¿cómo te atreves?- Porque te sientas a verme sangrar y en vez de taponarme el pecho, coser la herida y darme un beso que me haga perder la consciencia, te cortas la piel y sangramos a dúo; como Enrique y Ana y nuestras tablas de multiplicar panes, peces y orfidales.

Me desnudas sin mirarme.
Me abrazas sin tocarme.
Me abrasas sin estar cerca.
¿Quieres decirme cómo vamos a salvar a toda la humanidad si algún día nos da por cruzarnos?

Y ahora, tengo algo importante que decirte: Nunca van a quererte. Porque eres todo huellas y a nadie le gusta pensar que ya han pisado la luna otros tacones. Sin embargo, yo te quiero. Libre, pero con tus pisadas, los conciertos a tu espalda, el sudor de tus sábanas, tus caricias desgastadas, los tatuajes ya besados, tus fantasmas, los dos millones de besos que no han sido míos, los cafés que no he enfriado, los chupitos que no hemos bebido a medias...

Te quiero, no para hacerte feliz, si no para que lo seas,
con quien sea,
con quien tu quieras.

Seguiré mordiendo el agua.
y cazando aire,
y quedándome con las ganas.

¿Duele? Sí, pero si no, no estaríamos aquí. Ni habría escrito esto para darte las gracias por el cuento más feo del mundo.



18 de septiembre de 2015

No quería morir.

Parecía que la noche no acabaría nunca; fuera llovía a cántaros y los cristales de la habitación estaban salpicados de gotas de agua. Estoy segura de que ellas también sabían que estaban a punto de morir. Resbalarían cristal abajo, algunas resistirían e intentarían quedarse ahí para siempre, otras se resignarían y disfrutarían del último viaje en tobogán. Esta reflexión me llevó a una pregunta agónica: ¿se puede disfrutar del último paseo sabiendo que es eso, el último?, ¿se puede disfrutar de tu último minuto?.

Tu y yo también tuvimos uno. Entonces no lo sabíamos y por eso he podido conservar ese recuerdo en la cajita de "lo que no duele tanto". Caben tan poquitas cosas en esa caja...
Me siento estúpida. Estoy intentando escribir como si no se me rompieran las costuras cada vez que piso alguno de nuestros cristales rotos. Duele hacerme recordar. Duele mucho más que cualquier otra cosa que pueda imaginar.

Hoy ha sido el día número 1500 en el que despierto pensando en ti. Qué final más deprimente nos dimos... malditos gilipollas.

El mio, mi final, no debe andar muy lejos, pero no se cual será el momento de la cuenta atrás. ¿Alguien va a avisarme? Es agotador esperar a la muerte. El tiempo parece alagarse, o detenerse, incluso llegas a maldecir que no aparezca y te lleve ya. En la habitación de al lado hay una mujer que lleva esperando dos años. ¡DOS AÑOS! Eso no es esperar, eso es vivir en un hospital.

Os preguntareis por mi, pero yo estoy segura de que moriré esta noche. Mi madre también lo sabe, por eso no se ha movido de los pies de la cama ni para ir a comer ni para ir al baño. Me duele en el alma verla tan abatida. A veces parece que ella también esté esperando su cuenta atrás; seguro que cuando la Muerte venga a por mi le intenta regatear un 2x1.

Me rio. Pero en el fondo soy incapaz de dejar de llorar. Mi estado de ánimo es una montaña rusa que no sabe hacía qué dirección será la próxima curva. Oh, ahí viene mi padre.

Me trae un bocadillo de lomo con queso y un Sprite. Otra vez se me humedecen los ojos. En otro tiempo me hubiera preguntado qué quería de beber, de qué quería el bocadillo, qué revista me gustaba más para leer y si quería los chicles de menta o de fresa. Sin embargo, ahora parece como si me conociera mejor que yo misma. De golpe. Y de golpe descubrí lo mucho que me quería.
El siempre ha mantenido las emociones bajo control y a veces las ha escondido tanto que he sido incapaz de ver todo lo que guardaba para mi. Y ahora me pregunto: ¿por qué lo guardó?, ¿por qué no habíamos cenado bocatas cada jueves?.
Otro torrente de lágrimas, mira que si al final me muero porque se me encharcan los pulmones y no de cáncer...

He vuelto a ponerme cínica.

Acaba de entrar el médico, viene sonriendo, como si con esa sonrisa estúpida pudiera borrar la historia, o cambiarla, o hacerme respirar mejor. Cuando la gente viene a verme también sonríe. Y a ratos les odio por hacerlo y a ratos les entiendo.

Es la hora de la despedida. Es curioso, pero de repente lo he sabido. No ha sonado un despertador, ni una sirena, nada. Simplemente lo he sabido. Mi madre me ha agarrado la mano muy fuerte, ¿es que ha notado lo mismo que yo?

—Mamá... que te quiero como nunca quise a nadie. Que se que es tarde, que volaré y tu te quedarás con la sensación de que pudiste hacer más, pero creeme si te digo que yo no cambio ni una coma de mi vida, ni siquiera este final. Te quiero. Te quiero con una pasión que me va a romper el pecho. Que me muero, sí, pero también he muerto un poco cada vez que te he mirado a los ojos y no estabas. Perdóname. Por marcharme, por dejarte a ti otra vez el trabajo de olvidar, de soportar, de sobrevivir. No me llores, y no me dejes llorar a mi. ¿Puedes explicarme por qué no está papá aqui? Joder, necesito despedirme de los dos.

Me estoy agobiando, y me está quemando el miedo las venas. ¿Dónde voy a ir?, ¿cómo sabré que he llegado?, ¿quién va a encenderme la luz de madrugada?.

Me he tenido que callar. Me he mordido la lengua para que no doliera, pero duele. Estoy intentando tragarme todos los recuerdos que me asaltan y no consigo hacerlo sin que se atraganten. ¿Pero de dónde coño han salido?, ¿es que esto es morir, revivir para después apagar la luz sin miramientos, sin pudor?. Fuera llueve, y yo llevo lloviendo un buen rato. Se nubla la habitación.

No quería morir. Y no lo hice.



A veces se gana, por eso luchamos. Lo dijo Stephen King: <<Si no hubiera quienes triunfan contra toda probabilidad, creo que todo el mundo renunciaría>>






Para M.V.B.

8 de septiembre de 2015

1 de septiembre de 2015

Llevo ya media vida esperándote, o quiza toda la vida, porque nunca sabremos cuando será mi último suspiro. Sin embargo, no me muevo de este trastero porque prometiste volver a por tus cosas; por eso estoy aqui, porque soy tuya. Llevo media vida o una vida entera siendo tuya.

Hace rato que el vodka se ha terminado. Aquí ya no queda alcohol y empiezo a acojonarme ¿sabes?. Ahora no se como voy a curarme la brecha que tengo en la frente por culpa de golpear la pared. Y no se que voy a comer porque esta mañana me he desayunado nuestro último beso.

Están todas tus cosas esparcidas por el suelo. No me muevo del rincón por miedo a tropezar con alguna de ellas que todavía huela a ti y el hastío me abofetee la cara y me haga despertar.

Estoy segura de que vendrás. De lo que no estoy tan segura es de que llegues a tiempo, porque tu y yo sabemos muy bien cómo funciona esto, puedo quererte mucho, pero de repente un día puedo no quererte nada. Nos pasó en camas ajenas, es de justicia que nuestro colchón también lo sufra.


... ¿Es eso lo que pasa? Que ya no me quieres, que ya he caducado. Por eso no vienes. Quizá estés al otro lado de la puerta escuchándome llorar y esperándo a que sea yo quien salga con la bandera blanca en la mano.

He soñado muchas veces que dejaba de quererte, pero al despertar este sin ti volvía a doler, como duele una herida abierta, y sangra como lo hacen los corazones abandonados a la hora del café.