1 de septiembre de 2015

Llevo ya media vida esperándote, o quiza toda la vida, porque nunca sabremos cuando será mi último suspiro. Sin embargo, no me muevo de este trastero porque prometiste volver a por tus cosas; por eso estoy aqui, porque soy tuya. Llevo media vida o una vida entera siendo tuya.

Hace rato que el vodka se ha terminado. Aquí ya no queda alcohol y empiezo a acojonarme ¿sabes?. Ahora no se como voy a curarme la brecha que tengo en la frente por culpa de golpear la pared. Y no se que voy a comer porque esta mañana me he desayunado nuestro último beso.

Están todas tus cosas esparcidas por el suelo. No me muevo del rincón por miedo a tropezar con alguna de ellas que todavía huela a ti y el hastío me abofetee la cara y me haga despertar.

Estoy segura de que vendrás. De lo que no estoy tan segura es de que llegues a tiempo, porque tu y yo sabemos muy bien cómo funciona esto, puedo quererte mucho, pero de repente un día puedo no quererte nada. Nos pasó en camas ajenas, es de justicia que nuestro colchón también lo sufra.


... ¿Es eso lo que pasa? Que ya no me quieres, que ya he caducado. Por eso no vienes. Quizá estés al otro lado de la puerta escuchándome llorar y esperándo a que sea yo quien salga con la bandera blanca en la mano.

He soñado muchas veces que dejaba de quererte, pero al despertar este sin ti volvía a doler, como duele una herida abierta, y sangra como lo hacen los corazones abandonados a la hora del café.




No hay comentarios:

Publicar un comentario