20 de septiembre de 2015

Estamos monopolizando la magia. Lo digo en serio, ¿si no cómo explicas que en este sótano sin ventanas aún quede luz?, ¿cómo lo explicas si rompimos aquella bombilla que colgaba del techo a mordiscos?. Aún recuerdo cuando nos sangró la boca por primera vez, ese primer mordisco a la manzana de Blancanieves, a los cuentos con final feliz de los que todo el mundo habla y nadie vive; recuerdo tus cristales clavándose en mis labios y mis astillas clavándose en tus costillas. Y nadie lloraba, solo éramos capaces de hacer el amor para después romperlo y observar el desastre a nuestros pies. Satisfechos. Locos. Y yo feliz, sangrando en tu espalda. Esto tiene que ser magia. Eso o que somos dos putos enfermos mentales que solo saben curarse las heridas abriendo otras nuevas, dos enfermos con el cuerpo cubierto de llagas y el alma atiborrada de pastillas. Los huesos de cristal y el tabique de la nariz deshecho de tanto aspirar... aspirar a darnos el uno al otro. Y aún no lo hemos conseguido, queda carne que quemar y piel que rasgar.

Ya he perdido la cuenta de todas las veces que he intentado salir de ahí, de salvarme, como si fuera tan sencillo abrazarse a la luz sin quemarse; como si fuera tan sencillo abandonarte a tu maldita suerte, fingir que no me salen moratones en la piel cuando a ti te dan un golpe, fingir que no sangro cuando disparas lágrimas o prospectos de medicinas como si fueran el confeti más bonito del mundo. No es nada sencillo fingir que quiero vivir sin ti.

Mantengo que te odio.
TE ODIO: porque me quieres como soy y no como debería -¿cómo te atreves?- Porque te sientas a verme sangrar y en vez de taponarme el pecho, coser la herida y darme un beso que me haga perder la consciencia, te cortas la piel y sangramos a dúo; como Enrique y Ana y nuestras tablas de multiplicar panes, peces y orfidales.

Me desnudas sin mirarme.
Me abrazas sin tocarme.
Me abrasas sin estar cerca.
¿Quieres decirme cómo vamos a salvar a toda la humanidad si algún día nos da por cruzarnos?

Y ahora, tengo algo importante que decirte: Nunca van a quererte. Porque eres todo huellas y a nadie le gusta pensar que ya han pisado la luna otros tacones. Sin embargo, yo te quiero. Libre, pero con tus pisadas, los conciertos a tu espalda, el sudor de tus sábanas, tus caricias desgastadas, los tatuajes ya besados, tus fantasmas, los dos millones de besos que no han sido míos, los cafés que no he enfriado, los chupitos que no hemos bebido a medias...

Te quiero, no para hacerte feliz, si no para que lo seas,
con quien sea,
con quien tu quieras.

Seguiré mordiendo el agua.
y cazando aire,
y quedándome con las ganas.

¿Duele? Sí, pero si no, no estaríamos aquí. Ni habría escrito esto para darte las gracias por el cuento más feo del mundo.



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