18 de septiembre de 2015

No quería morir.

Parecía que la noche no acabaría nunca; fuera llovía a cántaros y los cristales de la habitación estaban salpicados de gotas de agua. Estoy segura de que ellas también sabían que estaban a punto de morir. Resbalarían cristal abajo, algunas resistirían e intentarían quedarse ahí para siempre, otras se resignarían y disfrutarían del último viaje en tobogán. Esta reflexión me llevó a una pregunta agónica: ¿se puede disfrutar del último paseo sabiendo que es eso, el último?, ¿se puede disfrutar de tu último minuto?.

Tu y yo también tuvimos uno. Entonces no lo sabíamos y por eso he podido conservar ese recuerdo en la cajita de "lo que no duele tanto". Caben tan poquitas cosas en esa caja...
Me siento estúpida. Estoy intentando escribir como si no se me rompieran las costuras cada vez que piso alguno de nuestros cristales rotos. Duele hacerme recordar. Duele mucho más que cualquier otra cosa que pueda imaginar.

Hoy ha sido el día número 1500 en el que despierto pensando en ti. Qué final más deprimente nos dimos... malditos gilipollas.

El mio, mi final, no debe andar muy lejos, pero no se cual será el momento de la cuenta atrás. ¿Alguien va a avisarme? Es agotador esperar a la muerte. El tiempo parece alagarse, o detenerse, incluso llegas a maldecir que no aparezca y te lleve ya. En la habitación de al lado hay una mujer que lleva esperando dos años. ¡DOS AÑOS! Eso no es esperar, eso es vivir en un hospital.

Os preguntareis por mi, pero yo estoy segura de que moriré esta noche. Mi madre también lo sabe, por eso no se ha movido de los pies de la cama ni para ir a comer ni para ir al baño. Me duele en el alma verla tan abatida. A veces parece que ella también esté esperando su cuenta atrás; seguro que cuando la Muerte venga a por mi le intenta regatear un 2x1.

Me rio. Pero en el fondo soy incapaz de dejar de llorar. Mi estado de ánimo es una montaña rusa que no sabe hacía qué dirección será la próxima curva. Oh, ahí viene mi padre.

Me trae un bocadillo de lomo con queso y un Sprite. Otra vez se me humedecen los ojos. En otro tiempo me hubiera preguntado qué quería de beber, de qué quería el bocadillo, qué revista me gustaba más para leer y si quería los chicles de menta o de fresa. Sin embargo, ahora parece como si me conociera mejor que yo misma. De golpe. Y de golpe descubrí lo mucho que me quería.
El siempre ha mantenido las emociones bajo control y a veces las ha escondido tanto que he sido incapaz de ver todo lo que guardaba para mi. Y ahora me pregunto: ¿por qué lo guardó?, ¿por qué no habíamos cenado bocatas cada jueves?.
Otro torrente de lágrimas, mira que si al final me muero porque se me encharcan los pulmones y no de cáncer...

He vuelto a ponerme cínica.

Acaba de entrar el médico, viene sonriendo, como si con esa sonrisa estúpida pudiera borrar la historia, o cambiarla, o hacerme respirar mejor. Cuando la gente viene a verme también sonríe. Y a ratos les odio por hacerlo y a ratos les entiendo.

Es la hora de la despedida. Es curioso, pero de repente lo he sabido. No ha sonado un despertador, ni una sirena, nada. Simplemente lo he sabido. Mi madre me ha agarrado la mano muy fuerte, ¿es que ha notado lo mismo que yo?

—Mamá... que te quiero como nunca quise a nadie. Que se que es tarde, que volaré y tu te quedarás con la sensación de que pudiste hacer más, pero creeme si te digo que yo no cambio ni una coma de mi vida, ni siquiera este final. Te quiero. Te quiero con una pasión que me va a romper el pecho. Que me muero, sí, pero también he muerto un poco cada vez que te he mirado a los ojos y no estabas. Perdóname. Por marcharme, por dejarte a ti otra vez el trabajo de olvidar, de soportar, de sobrevivir. No me llores, y no me dejes llorar a mi. ¿Puedes explicarme por qué no está papá aqui? Joder, necesito despedirme de los dos.

Me estoy agobiando, y me está quemando el miedo las venas. ¿Dónde voy a ir?, ¿cómo sabré que he llegado?, ¿quién va a encenderme la luz de madrugada?.

Me he tenido que callar. Me he mordido la lengua para que no doliera, pero duele. Estoy intentando tragarme todos los recuerdos que me asaltan y no consigo hacerlo sin que se atraganten. ¿Pero de dónde coño han salido?, ¿es que esto es morir, revivir para después apagar la luz sin miramientos, sin pudor?. Fuera llueve, y yo llevo lloviendo un buen rato. Se nubla la habitación.

No quería morir. Y no lo hice.



A veces se gana, por eso luchamos. Lo dijo Stephen King: <<Si no hubiera quienes triunfan contra toda probabilidad, creo que todo el mundo renunciaría>>






Para M.V.B.

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