1 de noviembre de 2015

Hubo un tiempo en el que yo hubiera vuelto a buscarle. No nací de piedra, pero es cierto eso que dicen: los golpes te modelan. Nunca van a romperte el corazón igual, es más, puede que algún día alguien lo acaricie y no lo arañe. Pero tu estarás esperando el fatídico momento, esperarás el adiós, el "ya no te quiero" y te derrumbarás, te meterás en la cama con un paquete de pañuelos y el Diario de Noa en versión original en el portátil dispuesta a llorar durante horas para poder levantarte más fuerte mañana.

Sabes todo lo que tienes que hacer, las fases por las que vas a pasar, el tiempo que durará cada una de ellas, todos los labios que tendrás que morder para que dejen de doler los tuyos, cuántos pares de medias te romperás tu misma delante del espejo, cuántos dedos te meterás para vomitar hasta la última mariposa, los litros de alcohol necesarios para curar la herida... Lo sabes todo de las rupturas, por eso y porque la tercera hostia te hizo precavida, estarás esperando el fin.

Te perseguirá como un fantasma, te acechará detrás de cada puerta, de cada beso, dormirá contigo, intentará asfixiarte. Y tu te dejarás ahogar por la puta duda, te dejarás acosar por el miedo y siempre tendrás preparada una tarrina de helado y la discografía de Álex Ubago. Completa. ¿Por qué iba a ser esta la buena?, ¿por qué vamos a darnos una oportunidad si luego habrá que recoger todo el escombro y volveremos a casa con las manos vacías y sangrando amor?

¿Por qué nos pasa esto? Porque no sabemos lo que es que una historia acabe bien, que un amor no duela, que nunca nos digan adiós. No sabemos querer, ni dejamos que nos quieran. Decimos que amamos sin control, sin pensar en las consecuencias, y es mentira, no hay quien nos haga quitar el pie del freno... ¿O si? 


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