Creo que me hice mayor el día que me hice una herida y no la pude curar con Betadine, ni la pude tocar ni la pude lavar. Ese día aprendí los mil usos del alcohol de quemar y desde entonces solo desfila garganta abajo, curando a la vez que abrasa esos lugares a los que no llegan las manos.
Heridas internas, de las que duelen hasta que caes rendida a las tantas de la madrugada con la almohada empapada y la cara roja de llorar alfileres. Y el pecho abierto, la piel arañada y las uñas rotas a la altura del corazón. Y el dedo medio intentando elevarse para mandar a tomar por culo al fantasma que duerme a los pies de la cama. Pero ya no quedan fuerzas en este colchón, nos dividimos tanto que acabamos siendo nada. Y la nada flota, por eso yo me quiero hundir.
Fuimos música después de cada concierto, fuimos vítores después de cada partido, fuimos magia después de cada polvo, fuimos sonrisa después de valer la pena, fuimos llanto después del te quiero y ahora somos restos, el amarillo agarrado a las cortinas de algún fumador obseso.
Eso somos tu y yo, la nada incapacitando al todo, como un banco de niebla interminable zampándose Madrid a las seis de la mañana, sin pedir permiso. Una ola gigantesca tragándose Valencia y salpicando Toledo de espuma y sal. Un incendio devorando Gata sin pensar en los que llorarán la pérdida, sin pensar en nuestros pulmones, que quedarán marcados de hollín y deudas. Un terremoto a escala mundial, una sacudida global de conciencias, el adiós más largo del mundo, la marea que se tragó aquel castillo de arena cuando estaba a punto tocar el cielo para besar la luna...
Fueron los celos, de ver que unos niños cargados con cubitos y palas de playa habían conseguido llegar más alto que nuestros sueños. Fue la envidia de ver aquellos granos de arena en perfecta sintonía, abrazados, sin pestañear, sin preguntas. Fue la duda, fue tu "¿Qué estoy haciendo aquí?", fue mi "Si aún no lo sabes deberías marcharte". Fue el caos de quererte a los 25 como te hubiese querido a los 15, sin vergüenza y sin heridas. Fue todo, ¿lo ves? Y respondimos con la nada.
Nos dejamos marchar como quien deja pasar un tren porque sabe que en quince minutos pasará otro, y así toda la vida, de quince minutos en quince minutos, de enero a mayo, de mayo a agosto. Quédate de una vez por todas y suéltame el pelo, da igual si rompemos un par de jarrones o el suelo.
18 de diciembre de 2015
17 de diciembre de 2015
El agua salada no se congela a 0 grados, así que es por eso que aún te salen las lágrimas bajo ese edredón de hielos. Sé que tienes frío, sé que estás cansada, que darías todo lo que tienes por poder no sentir nada.
Hace tiempo que no pones la otra mejilla porque la perdiste es alguna guerra que nunca te perteneció del todo, que aún brota la sangre cuando sonríes de medio lado y se saltan los puntos de sutura. Torpes. Ingratos.
Hace tiempo que no frenas inviernos porque uno te alcanzó tratando de borrar febreros.
Sé que ya no ríes, en memoria de aquella que alguna vez fuiste, sé que ya no lees porque temes encontrar tu personaje bebiendo de otro tintero, con más deseo, con más amor. Sé que no te encuentras, y sé que tampoco lo harías si te buscaras.
A pesar de lo que piensas, de tus derrotas, de tus heridas, tienes más amor guardado que entregado; mira en los bolsillos de todas tus chaquetas y verás la inmensidad de abrazos, besos, caricias, buenas noches y buenos días que tenías olvidados.
Quiérete, mi vida, quiérete mucho hasta que venga alguien que te quiera; y después, quiérete más.
16 de diciembre de 2015
15 de diciembre de 2015
He venido hasta aquí porque sé que saldré muerta de esta y ya no me importa ni tan siquiera un poco que me mires con esos ojos tan vacíos. Está todo tan lleno de nada que no puedo dejarle hueco a tu tristeza, así que vas a tener que tragártela junto a ese jodido bote de pastillas que te hará feliz. "¿Y tú qué?" Me preguntas. Yo a los pies de tu cama, esperando que esta vez no duela mucho y que dure mucho menos que la última vez...
Pero por favor, que esta sea la definitiva. Vete, si es que eso es lo que realmente quieres. Vete. Córtate las cuerdas, déjate crecer las venas, ábrete las carnes y deja entrar a los gusanos, sin miedo, si ya no queda nada que antes no te haya podrido tu humedad.
Y por fin sueño.
Y quién sabe si nunca más pesadillas.
No se si te he dicho alguna vez lo mucho que te favorece esa sonrisa. Lo hace. Pero no me acostumbro, ya se que no te gusta sonreír; que sueñas en blanco y vistes en negro; que respiras bajo el agua y te duchas en seco.
¿Cuándo fue la última vez que te quisiste? Creo que fue hace tanto que yo aún no sabía lo que era echarte de menos, y de eso hace tantos años... que la última tarta de cumpleaños que recuerdo al lado de tu abrazo sòlo llevaba una vela. No, no llores, que ya me he acostumbrado a la sequía de este desierto.
Por no necesitar, no necesito ni aliento para continuar. Me rindo. Tú ganas. Abraza las sombras y mécete hasta que nunca más se haga de día, hasta que el silencio no se escuche, hasta que la marea toque la punta de tu lengua.
Abraza las sombras y siente el frío que yo llevo años intentando calentar. Y te va a sorprender, y quizá te va a doler despertarte y no poder ver, pero lo siento, yo no enciendo más la luz. Tendrá que quemarse otro por ti, alguien que no sea todo cenizas ya.
Pero por favor, que esta sea la definitiva. Vete, si es que eso es lo que realmente quieres. Vete. Córtate las cuerdas, déjate crecer las venas, ábrete las carnes y deja entrar a los gusanos, sin miedo, si ya no queda nada que antes no te haya podrido tu humedad.
Y por fin sueño.
Y quién sabe si nunca más pesadillas.
No se si te he dicho alguna vez lo mucho que te favorece esa sonrisa. Lo hace. Pero no me acostumbro, ya se que no te gusta sonreír; que sueñas en blanco y vistes en negro; que respiras bajo el agua y te duchas en seco.
¿Cuándo fue la última vez que te quisiste? Creo que fue hace tanto que yo aún no sabía lo que era echarte de menos, y de eso hace tantos años... que la última tarta de cumpleaños que recuerdo al lado de tu abrazo sòlo llevaba una vela. No, no llores, que ya me he acostumbrado a la sequía de este desierto.
Por no necesitar, no necesito ni aliento para continuar. Me rindo. Tú ganas. Abraza las sombras y mécete hasta que nunca más se haga de día, hasta que el silencio no se escuche, hasta que la marea toque la punta de tu lengua.
Abraza las sombras y siente el frío que yo llevo años intentando calentar. Y te va a sorprender, y quizá te va a doler despertarte y no poder ver, pero lo siento, yo no enciendo más la luz. Tendrá que quemarse otro por ti, alguien que no sea todo cenizas ya.
14 de diciembre de 2015
Me gusta cuando me rompes las medias y no el corazón, cuando te haces tormenta y me empapas sin arrastrarme.
Me gusta tu forma de besar, amoldando tus manos a la curva de mi rostro, como si estuvieran hechos el uno para el otro.
Me gusta el descaro con el que mis dientes te muerden, buscando dejar huella en el barrizal de tu sudor. Y sin pudor. Y sin preaviso.
Me gusta no tener que pedir permiso.
Me gusta el miedo que me ahoga por las mañanas.
Me gusta el boca a boca con el que me salvas.
Me gusta hasta el lunes que se acerca dando zancadas porque yo me acerco a ti a brazadas.
Me gusta que estés aquí.
Me gusta que puedas irte.
Me encanta que no lo hagas.
Me gusta tu forma de besar, amoldando tus manos a la curva de mi rostro, como si estuvieran hechos el uno para el otro.
Me gusta el descaro con el que mis dientes te muerden, buscando dejar huella en el barrizal de tu sudor. Y sin pudor. Y sin preaviso.
Me gusta no tener que pedir permiso.
Me gusta el miedo que me ahoga por las mañanas.
Me gusta el boca a boca con el que me salvas.
Me gusta hasta el lunes que se acerca dando zancadas porque yo me acerco a ti a brazadas.
Me gusta que estés aquí.
Me gusta que puedas irte.
Me encanta que no lo hagas.
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