15 de diciembre de 2015

He venido hasta aquí porque sé que saldré muerta de esta y ya no me importa ni tan siquiera un poco que me mires con esos ojos tan vacíos. Está todo tan lleno de nada que no puedo dejarle hueco a tu tristeza, así que vas a tener que tragártela junto a ese jodido bote de pastillas que te hará feliz. "¿Y tú qué?" Me preguntas. Yo a los pies de tu cama, esperando que esta vez no duela mucho y que dure mucho menos que la última vez...

Pero por favor, que esta sea la definitiva. Vete, si es que eso es lo que realmente quieres. Vete. Córtate las cuerdas, déjate crecer las venas, ábrete las carnes y deja entrar a los gusanos, sin miedo, si ya no queda nada que antes no te haya podrido tu humedad.

Y por fin sueño.
Y quién sabe si nunca más pesadillas.

No se si te he dicho alguna vez lo mucho que te favorece esa sonrisa. Lo hace. Pero no me acostumbro, ya se que no te gusta sonreír; que sueñas en blanco y vistes en negro; que respiras bajo el agua y te duchas en seco.

¿Cuándo fue la última vez que te quisiste? Creo que fue hace tanto que yo aún no sabía lo que era echarte de menos, y de eso hace tantos años... que la última tarta de cumpleaños que recuerdo al lado de tu abrazo sòlo llevaba una vela. No, no llores, que ya me he acostumbrado a la sequía de este desierto.

Por no necesitar, no necesito ni aliento para continuar. Me rindo. Tú ganas. Abraza las sombras y mécete hasta que nunca más se haga de día, hasta que el silencio no se escuche, hasta que la marea toque la punta de tu lengua.

Abraza las sombras y siente el frío que yo llevo años intentando calentar. Y te va a sorprender, y quizá te va a doler despertarte y no poder ver, pero lo siento, yo no enciendo más la luz. Tendrá que quemarse otro por ti, alguien que no sea todo cenizas ya.


No hay comentarios:

Publicar un comentario