18 de febrero de 2014

Otra historia más de nuestro mundo de mierda.

En la oscuridad de la mentira dormía y reía día tras día. Amortiguaba el placer en la almohada y las penas en la primera copa de licor que le salia el paso.
El amor se enterró en el cementerio, debajo de un sauce llorón que lloraba a sus pies cuando hacia viento. La mirada se perdió el día en el que vio que la gente se moría de verdad y la humanidad apenas sentía el dolor. La esperanza huyó junto a los niños que escapaban de una guerra que prometió Libertad y solo entregó miseria. La tristeza cruzó a nado el Estrecho, pactando con la muerte, quien ya estaba satisfecha y llena de vida ajena. El dolor sobrevivió a los disparos de aquel encapuchado, quien decía luchar por unos ideales que dejaban a su paso ensangrentados charcos. La alegría cogió un vuelo comercial sin vuelta, pues ya no le quedó para pagarse la vuelta. A la sinceridad la echaron de casa... llegaron cartas del banco y hasta que no se fue, aquel señor trajeado no se dio por pagado. El placer fue lapidado en una plaza abarrotada de salvajes, la peor evolución del ser humano, mientras el pecado saltaba de cama en cama en los barrios marginales, donde las muchachas que solo querían escribir eran obligadas a ser el papel de otro pincel. La frivolidad se puso tacones y se dedicó a pisar a los que quedaron por debajo: 90 pisotones, 60 patadas, 90 bofetadas...  Libertad es el nombre del último smartphone, que viene ya con más corazón que el propietario.


La felicidad la estoy buscando, ¿me ayudas a encontrarla?.




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