17 de enero de 2016

A todos los amantes incautos que aún guardan en un frasco mariposas, siempre les quedará París.

A todos los que sueñan con los ojos abiertos delante de escaparates, cogidos de la mano, con la nariz roja y la sangre caliente, siempre les quedará París.

A los novios primerizos que celebran cada mes el haberse conocido sin saber que de pronto un día celebrarán no odiarse, a todos ellos, siempre les quedará París.

A ti y a mi ya no nos queda nada. París es demasiado pequeño para tanta descarga.

Dormiremos bajo cualquier puente entre todos los cartones que seamos capaces de imaginar. Buscaré tu mano a oscuras pues ya no nos quedan velas, las soplamos todas aquel día, cuando creíamos que la vida era otra cosa, que no iba en serio, que siempre habría tiempo, que nunca se acabarían nuestras oportunidades.
Beberemos el rocío que se quede dormido en las paredes; no Mi Lady, tampoco queda champán, lo apuré todo en tu ombligo la última noche.

La última noche... ¿te acuerdas? Estabas preciosa, apestabas a vida y a sueños, todo a lo que siempre tuve alergia. Yo te empapé de vicios baratos y esclavos; yo te fui apagando la luz. Y lo hice por amor, te juro que pensé que sabría hacértelo, pero ya veo que no es suficiente un beso anoréxico a los pies de Eiffel, ni medias noches mojadas en alcohol dando paso a mañanas de vomito y tiritonas.

Espero que algún día me perdones la osadía de creerme suficiente para ti. La osadía de intentar tapar con un solo dedo el sol... la osadía de quererte siempre mal. Y a deshora. 

16 de enero de 2016

La cabeza en la arena y los pies en las nubes. Eso es lo que quieres ¿no? Que me vuelva desobediente de cinco a siete, que rompa relojes y baile descalza en la azotea. Que te espere con la copa llena de noches y la boca vacía de amaneceres, con la ropa puesta y la piel quitada, para que no te arrimes demasiado, no vaya a ser que te guste el terciopelo y tengas que quedarte a dormir.

Despacio pero con prisa, por si acaso no te da tiempo a escribir tu nombre en mi espalda con ese punzón tan viejo que siempre llevas en el bolsillo trasero del pantalón. Con prisa, porque la calma te vence y tú solo quieres que sangren por ti.

Quieres que yo sea olvidable, pero no vas a permitir que yo me olvide de ti. Déjame tocarte el pelo, te digo. Pero me rechazas, con las ganas suicidándose desde la boca de tu estómago, molestas, porque otra noche se van a ir a dormir sin que nadie las haya contado un cuento.

Hazme el amor. Y te niegas. Porque solo quieres correr-te. Y marchar-te. Y dejar atrás todo lo que podrías ser para continuar siendo nada. La nada que duele nítida, la nada que se vuelve todo a la vista de unos pocos.

Vas a volverte loco, poco a poco, y después de golpe. Te enamorarás. Y no podrás evitar que otro punzón te marque la entrepierna, el pecho, la espalda... tus sueños. Y ojalá no llores cristales rotos. Ojalá no te sangre el corazón y se ahogen tus pulmones. Ojalá te quieran bien, tan bien como tú jamás serás capaz de querer.

Ojalá te quieran menos de lo que te he querido yo. Porque es lo que mereces. Que te quieran con medida... Y tranquilo, que yo también encontraré lo que merezco. Alguien que no se parezca en nada a ti.
La magia es que me mires desde el otro lado de la almohada y se me erice toda la piel en pleno agosto, como si el invierno se hubiese colado por la ventana mientras dormía. La magia es que el hielo queme y el fuego apacigüe el bosquecillo en el que juegan las mariposas que me regalaste. La magia es que me sepa de memoria los lunares que visten tu piel sin haber mirado el mapa que pusiste encima de la cama.

Magia es que yo haya vuelto a creer en ella, sin trucos. Todo piel.

10 de enero de 2016

Hay personas que quieren ser escritores para ganar dinero y vivir de su cuento. Yo solo quiero contar historias porque no sé ser feliz de otra manera. Y aunque parezca que todo viene escrito desde la tristeza, os puedo asegurar que no es así, que soy feliz.

He aprendido a aceptar los huecos y dejar que sea el tiempo quien los selle, he aprendido a apreciar la lluvia pues solo ella es capaz de dejar a su paso los charcos que tanto me gusta pisar, el olor a tierra mojada que me hace llorar y la alegría que me despierta el cuerpo cuando veo a las nubes recular.

He aceptado que la vida es finita, y que probablemente la mia lo sea más aún que la del resto, pero pienso traspasar la línea de meta cansada y no arrepentida. Cansada y con agujetas de tanto reír, de abrazar, de amar, de correr en dirección "tus ojos". Cansada de hacer feliz, de hacerle ajitos a los reyes de la casa. Fatigada de todos los Cortylandias que voy a llevar a la espalda, de todos los domingos de sofá y manta que cargo en el pasaporte. Orgullosa de todo lo que conseguí luchando y aceptando las derrotas. Porque ganar no siempre implica vencer. A veces se gana perdiendo, y siempre se vuelve a encontrar.

Me pasaré media vida soñando y otra media persiguiendo sueños que no quieren ser conquistados. Pero seré feliz, porque nunca dejaré de intentarlo.
Sólo quiero encontrar el lugar donde los sueños y la realidad coincidan.