La cabeza en la arena y los pies en las nubes. Eso es lo que quieres ¿no? Que me vuelva desobediente de cinco a siete, que rompa relojes y baile descalza en la azotea. Que te espere con la copa llena de noches y la boca vacía de amaneceres, con la ropa puesta y la piel quitada, para que no te arrimes demasiado, no vaya a ser que te guste el terciopelo y tengas que quedarte a dormir.
Despacio pero con prisa, por si acaso no te da tiempo a escribir tu nombre en mi espalda con ese punzón tan viejo que siempre llevas en el bolsillo trasero del pantalón. Con prisa, porque la calma te vence y tú solo quieres que sangren por ti.
Quieres que yo sea olvidable, pero no vas a permitir que yo me olvide de ti. Déjame tocarte el pelo, te digo. Pero me rechazas, con las ganas suicidándose desde la boca de tu estómago, molestas, porque otra noche se van a ir a dormir sin que nadie las haya contado un cuento.
Hazme el amor. Y te niegas. Porque solo quieres correr-te. Y marchar-te. Y dejar atrás todo lo que podrías ser para continuar siendo nada. La nada que duele nítida, la nada que se vuelve todo a la vista de unos pocos.
Vas a volverte loco, poco a poco, y después de golpe. Te enamorarás. Y no podrás evitar que otro punzón te marque la entrepierna, el pecho, la espalda... tus sueños. Y ojalá no llores cristales rotos. Ojalá no te sangre el corazón y se ahogen tus pulmones. Ojalá te quieran bien, tan bien como tú jamás serás capaz de querer.
Ojalá te quieran menos de lo que te he querido yo. Porque es lo que mereces. Que te quieran con medida... Y tranquilo, que yo también encontraré lo que merezco. Alguien que no se parezca en nada a ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario