La magia es que me mires desde el otro lado de la almohada y se me erice toda la piel en pleno agosto, como si el invierno se hubiese colado por la ventana mientras dormía. La magia es que el hielo queme y el fuego apacigüe el bosquecillo en el que juegan las mariposas que me regalaste. La magia es que me sepa de memoria los lunares que visten tu piel sin haber mirado el mapa que pusiste encima de la cama.
Magia es que yo haya vuelto a creer en ella, sin trucos. Todo piel.
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