20 de diciembre de 2011

Y llega un día que se va


Ahora me alegro de no haberle dicho a la cara que sin él no podía vivir... Porque le habría metido. 
Seis meses después, y tras derramar indecentes cantidades de sueños ahogados en alcohol por los ojos, me acuesto leyendo las páginas en las que dejé escrito mi calvario y no lloro. Ya no se tambalea mi interior como lo hacía antes, como si un terremoto me azotara el pecho... Es cierto que aún se me escapa algún pensamiento fugaz, pero todos acaban estallando en la misma pregunta: ¿Como pude quererle tanto?






-Te echa de menos tanto como tú a él...
-No te confundas. Yo no le echaba de menos sin más. Yo le quería con cada gramo de mi cuerpo, con cada célula, con cada aliento...y Él solo supo quererme debajo de las sábanas y echarme de menos los viernes por la noche.

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