Te quiero.
Pero no pienses en cuerdas, en noches sin dormir pegado a un teléfono esperando que te acuerdes de mi a la quinta copa y me escribas cariñosa en mitad del garito en el que estés con tus amigas, rodeada de oportunidades que dejarás pasar.
No pienses en dramas, en llantos vacíos, en discusiones subiendo de tono para autoconvencerte de que eso te dará la razón.
Te quiero.
Pero eso no te da derecho a todo.
1 de septiembre de 2016
6 de marzo de 2016
5 de marzo de 2016
17 de enero de 2016
A todos los amantes incautos que aún guardan en un frasco mariposas, siempre les quedará París.
A todos los que sueñan con los ojos abiertos delante de escaparates, cogidos de la mano, con la nariz roja y la sangre caliente, siempre les quedará París.
A los novios primerizos que celebran cada mes el haberse conocido sin saber que de pronto un día celebrarán no odiarse, a todos ellos, siempre les quedará París.
A ti y a mi ya no nos queda nada. París es demasiado pequeño para tanta descarga.
Dormiremos bajo cualquier puente entre todos los cartones que seamos capaces de imaginar. Buscaré tu mano a oscuras pues ya no nos quedan velas, las soplamos todas aquel día, cuando creíamos que la vida era otra cosa, que no iba en serio, que siempre habría tiempo, que nunca se acabarían nuestras oportunidades.
Beberemos el rocío que se quede dormido en las paredes; no Mi Lady, tampoco queda champán, lo apuré todo en tu ombligo la última noche.
La última noche... ¿te acuerdas? Estabas preciosa, apestabas a vida y a sueños, todo a lo que siempre tuve alergia. Yo te empapé de vicios baratos y esclavos; yo te fui apagando la luz. Y lo hice por amor, te juro que pensé que sabría hacértelo, pero ya veo que no es suficiente un beso anoréxico a los pies de Eiffel, ni medias noches mojadas en alcohol dando paso a mañanas de vomito y tiritonas.
Espero que algún día me perdones la osadía de creerme suficiente para ti. La osadía de intentar tapar con un solo dedo el sol... la osadía de quererte siempre mal. Y a deshora.
16 de enero de 2016
La cabeza en la arena y los pies en las nubes. Eso es lo que quieres ¿no? Que me vuelva desobediente de cinco a siete, que rompa relojes y baile descalza en la azotea. Que te espere con la copa llena de noches y la boca vacía de amaneceres, con la ropa puesta y la piel quitada, para que no te arrimes demasiado, no vaya a ser que te guste el terciopelo y tengas que quedarte a dormir.
Despacio pero con prisa, por si acaso no te da tiempo a escribir tu nombre en mi espalda con ese punzón tan viejo que siempre llevas en el bolsillo trasero del pantalón. Con prisa, porque la calma te vence y tú solo quieres que sangren por ti.
Quieres que yo sea olvidable, pero no vas a permitir que yo me olvide de ti. Déjame tocarte el pelo, te digo. Pero me rechazas, con las ganas suicidándose desde la boca de tu estómago, molestas, porque otra noche se van a ir a dormir sin que nadie las haya contado un cuento.
Hazme el amor. Y te niegas. Porque solo quieres correr-te. Y marchar-te. Y dejar atrás todo lo que podrías ser para continuar siendo nada. La nada que duele nítida, la nada que se vuelve todo a la vista de unos pocos.
Vas a volverte loco, poco a poco, y después de golpe. Te enamorarás. Y no podrás evitar que otro punzón te marque la entrepierna, el pecho, la espalda... tus sueños. Y ojalá no llores cristales rotos. Ojalá no te sangre el corazón y se ahogen tus pulmones. Ojalá te quieran bien, tan bien como tú jamás serás capaz de querer.
Ojalá te quieran menos de lo que te he querido yo. Porque es lo que mereces. Que te quieran con medida... Y tranquilo, que yo también encontraré lo que merezco. Alguien que no se parezca en nada a ti.
Despacio pero con prisa, por si acaso no te da tiempo a escribir tu nombre en mi espalda con ese punzón tan viejo que siempre llevas en el bolsillo trasero del pantalón. Con prisa, porque la calma te vence y tú solo quieres que sangren por ti.
Quieres que yo sea olvidable, pero no vas a permitir que yo me olvide de ti. Déjame tocarte el pelo, te digo. Pero me rechazas, con las ganas suicidándose desde la boca de tu estómago, molestas, porque otra noche se van a ir a dormir sin que nadie las haya contado un cuento.
Hazme el amor. Y te niegas. Porque solo quieres correr-te. Y marchar-te. Y dejar atrás todo lo que podrías ser para continuar siendo nada. La nada que duele nítida, la nada que se vuelve todo a la vista de unos pocos.
Vas a volverte loco, poco a poco, y después de golpe. Te enamorarás. Y no podrás evitar que otro punzón te marque la entrepierna, el pecho, la espalda... tus sueños. Y ojalá no llores cristales rotos. Ojalá no te sangre el corazón y se ahogen tus pulmones. Ojalá te quieran bien, tan bien como tú jamás serás capaz de querer.
Ojalá te quieran menos de lo que te he querido yo. Porque es lo que mereces. Que te quieran con medida... Y tranquilo, que yo también encontraré lo que merezco. Alguien que no se parezca en nada a ti.
La magia es que me mires desde el otro lado de la almohada y se me erice toda la piel en pleno agosto, como si el invierno se hubiese colado por la ventana mientras dormía. La magia es que el hielo queme y el fuego apacigüe el bosquecillo en el que juegan las mariposas que me regalaste. La magia es que me sepa de memoria los lunares que visten tu piel sin haber mirado el mapa que pusiste encima de la cama.
Magia es que yo haya vuelto a creer en ella, sin trucos. Todo piel.
Magia es que yo haya vuelto a creer en ella, sin trucos. Todo piel.
12 de enero de 2016
10 de enero de 2016
Hay personas que quieren ser escritores para ganar dinero y vivir de su cuento. Yo solo quiero contar historias porque no sé ser feliz de otra manera. Y aunque parezca que todo viene escrito desde la tristeza, os puedo asegurar que no es así, que soy feliz.
He aprendido a aceptar los huecos y dejar que sea el tiempo quien los selle, he aprendido a apreciar la lluvia pues solo ella es capaz de dejar a su paso los charcos que tanto me gusta pisar, el olor a tierra mojada que me hace llorar y la alegría que me despierta el cuerpo cuando veo a las nubes recular.
He aceptado que la vida es finita, y que probablemente la mia lo sea más aún que la del resto, pero pienso traspasar la línea de meta cansada y no arrepentida. Cansada y con agujetas de tanto reír, de abrazar, de amar, de correr en dirección "tus ojos". Cansada de hacer feliz, de hacerle ajitos a los reyes de la casa. Fatigada de todos los Cortylandias que voy a llevar a la espalda, de todos los domingos de sofá y manta que cargo en el pasaporte. Orgullosa de todo lo que conseguí luchando y aceptando las derrotas. Porque ganar no siempre implica vencer. A veces se gana perdiendo, y siempre se vuelve a encontrar.
Me pasaré media vida soñando y otra media persiguiendo sueños que no quieren ser conquistados. Pero seré feliz, porque nunca dejaré de intentarlo.
He aprendido a aceptar los huecos y dejar que sea el tiempo quien los selle, he aprendido a apreciar la lluvia pues solo ella es capaz de dejar a su paso los charcos que tanto me gusta pisar, el olor a tierra mojada que me hace llorar y la alegría que me despierta el cuerpo cuando veo a las nubes recular.
He aceptado que la vida es finita, y que probablemente la mia lo sea más aún que la del resto, pero pienso traspasar la línea de meta cansada y no arrepentida. Cansada y con agujetas de tanto reír, de abrazar, de amar, de correr en dirección "tus ojos". Cansada de hacer feliz, de hacerle ajitos a los reyes de la casa. Fatigada de todos los Cortylandias que voy a llevar a la espalda, de todos los domingos de sofá y manta que cargo en el pasaporte. Orgullosa de todo lo que conseguí luchando y aceptando las derrotas. Porque ganar no siempre implica vencer. A veces se gana perdiendo, y siempre se vuelve a encontrar.
Me pasaré media vida soñando y otra media persiguiendo sueños que no quieren ser conquistados. Pero seré feliz, porque nunca dejaré de intentarlo.
18 de diciembre de 2015
Creo que me hice mayor el día que me hice una herida y no la pude curar con Betadine, ni la pude tocar ni la pude lavar. Ese día aprendí los mil usos del alcohol de quemar y desde entonces solo desfila garganta abajo, curando a la vez que abrasa esos lugares a los que no llegan las manos.
Heridas internas, de las que duelen hasta que caes rendida a las tantas de la madrugada con la almohada empapada y la cara roja de llorar alfileres. Y el pecho abierto, la piel arañada y las uñas rotas a la altura del corazón. Y el dedo medio intentando elevarse para mandar a tomar por culo al fantasma que duerme a los pies de la cama. Pero ya no quedan fuerzas en este colchón, nos dividimos tanto que acabamos siendo nada. Y la nada flota, por eso yo me quiero hundir.
Fuimos música después de cada concierto, fuimos vítores después de cada partido, fuimos magia después de cada polvo, fuimos sonrisa después de valer la pena, fuimos llanto después del te quiero y ahora somos restos, el amarillo agarrado a las cortinas de algún fumador obseso.
Eso somos tu y yo, la nada incapacitando al todo, como un banco de niebla interminable zampándose Madrid a las seis de la mañana, sin pedir permiso. Una ola gigantesca tragándose Valencia y salpicando Toledo de espuma y sal. Un incendio devorando Gata sin pensar en los que llorarán la pérdida, sin pensar en nuestros pulmones, que quedarán marcados de hollín y deudas. Un terremoto a escala mundial, una sacudida global de conciencias, el adiós más largo del mundo, la marea que se tragó aquel castillo de arena cuando estaba a punto tocar el cielo para besar la luna...
Fueron los celos, de ver que unos niños cargados con cubitos y palas de playa habían conseguido llegar más alto que nuestros sueños. Fue la envidia de ver aquellos granos de arena en perfecta sintonía, abrazados, sin pestañear, sin preguntas. Fue la duda, fue tu "¿Qué estoy haciendo aquí?", fue mi "Si aún no lo sabes deberías marcharte". Fue el caos de quererte a los 25 como te hubiese querido a los 15, sin vergüenza y sin heridas. Fue todo, ¿lo ves? Y respondimos con la nada.
Nos dejamos marchar como quien deja pasar un tren porque sabe que en quince minutos pasará otro, y así toda la vida, de quince minutos en quince minutos, de enero a mayo, de mayo a agosto. Quédate de una vez por todas y suéltame el pelo, da igual si rompemos un par de jarrones o el suelo.
Heridas internas, de las que duelen hasta que caes rendida a las tantas de la madrugada con la almohada empapada y la cara roja de llorar alfileres. Y el pecho abierto, la piel arañada y las uñas rotas a la altura del corazón. Y el dedo medio intentando elevarse para mandar a tomar por culo al fantasma que duerme a los pies de la cama. Pero ya no quedan fuerzas en este colchón, nos dividimos tanto que acabamos siendo nada. Y la nada flota, por eso yo me quiero hundir.
Fuimos música después de cada concierto, fuimos vítores después de cada partido, fuimos magia después de cada polvo, fuimos sonrisa después de valer la pena, fuimos llanto después del te quiero y ahora somos restos, el amarillo agarrado a las cortinas de algún fumador obseso.
Eso somos tu y yo, la nada incapacitando al todo, como un banco de niebla interminable zampándose Madrid a las seis de la mañana, sin pedir permiso. Una ola gigantesca tragándose Valencia y salpicando Toledo de espuma y sal. Un incendio devorando Gata sin pensar en los que llorarán la pérdida, sin pensar en nuestros pulmones, que quedarán marcados de hollín y deudas. Un terremoto a escala mundial, una sacudida global de conciencias, el adiós más largo del mundo, la marea que se tragó aquel castillo de arena cuando estaba a punto tocar el cielo para besar la luna...
Fueron los celos, de ver que unos niños cargados con cubitos y palas de playa habían conseguido llegar más alto que nuestros sueños. Fue la envidia de ver aquellos granos de arena en perfecta sintonía, abrazados, sin pestañear, sin preguntas. Fue la duda, fue tu "¿Qué estoy haciendo aquí?", fue mi "Si aún no lo sabes deberías marcharte". Fue el caos de quererte a los 25 como te hubiese querido a los 15, sin vergüenza y sin heridas. Fue todo, ¿lo ves? Y respondimos con la nada.
Nos dejamos marchar como quien deja pasar un tren porque sabe que en quince minutos pasará otro, y así toda la vida, de quince minutos en quince minutos, de enero a mayo, de mayo a agosto. Quédate de una vez por todas y suéltame el pelo, da igual si rompemos un par de jarrones o el suelo.
17 de diciembre de 2015
El agua salada no se congela a 0 grados, así que es por eso que aún te salen las lágrimas bajo ese edredón de hielos. Sé que tienes frío, sé que estás cansada, que darías todo lo que tienes por poder no sentir nada.
Hace tiempo que no pones la otra mejilla porque la perdiste es alguna guerra que nunca te perteneció del todo, que aún brota la sangre cuando sonríes de medio lado y se saltan los puntos de sutura. Torpes. Ingratos.
Hace tiempo que no frenas inviernos porque uno te alcanzó tratando de borrar febreros.
Sé que ya no ríes, en memoria de aquella que alguna vez fuiste, sé que ya no lees porque temes encontrar tu personaje bebiendo de otro tintero, con más deseo, con más amor. Sé que no te encuentras, y sé que tampoco lo harías si te buscaras.
A pesar de lo que piensas, de tus derrotas, de tus heridas, tienes más amor guardado que entregado; mira en los bolsillos de todas tus chaquetas y verás la inmensidad de abrazos, besos, caricias, buenas noches y buenos días que tenías olvidados.
Quiérete, mi vida, quiérete mucho hasta que venga alguien que te quiera; y después, quiérete más.
16 de diciembre de 2015
15 de diciembre de 2015
He venido hasta aquí porque sé que saldré muerta de esta y ya no me importa ni tan siquiera un poco que me mires con esos ojos tan vacíos. Está todo tan lleno de nada que no puedo dejarle hueco a tu tristeza, así que vas a tener que tragártela junto a ese jodido bote de pastillas que te hará feliz. "¿Y tú qué?" Me preguntas. Yo a los pies de tu cama, esperando que esta vez no duela mucho y que dure mucho menos que la última vez...
Pero por favor, que esta sea la definitiva. Vete, si es que eso es lo que realmente quieres. Vete. Córtate las cuerdas, déjate crecer las venas, ábrete las carnes y deja entrar a los gusanos, sin miedo, si ya no queda nada que antes no te haya podrido tu humedad.
Y por fin sueño.
Y quién sabe si nunca más pesadillas.
No se si te he dicho alguna vez lo mucho que te favorece esa sonrisa. Lo hace. Pero no me acostumbro, ya se que no te gusta sonreír; que sueñas en blanco y vistes en negro; que respiras bajo el agua y te duchas en seco.
¿Cuándo fue la última vez que te quisiste? Creo que fue hace tanto que yo aún no sabía lo que era echarte de menos, y de eso hace tantos años... que la última tarta de cumpleaños que recuerdo al lado de tu abrazo sòlo llevaba una vela. No, no llores, que ya me he acostumbrado a la sequía de este desierto.
Por no necesitar, no necesito ni aliento para continuar. Me rindo. Tú ganas. Abraza las sombras y mécete hasta que nunca más se haga de día, hasta que el silencio no se escuche, hasta que la marea toque la punta de tu lengua.
Abraza las sombras y siente el frío que yo llevo años intentando calentar. Y te va a sorprender, y quizá te va a doler despertarte y no poder ver, pero lo siento, yo no enciendo más la luz. Tendrá que quemarse otro por ti, alguien que no sea todo cenizas ya.
Pero por favor, que esta sea la definitiva. Vete, si es que eso es lo que realmente quieres. Vete. Córtate las cuerdas, déjate crecer las venas, ábrete las carnes y deja entrar a los gusanos, sin miedo, si ya no queda nada que antes no te haya podrido tu humedad.
Y por fin sueño.
Y quién sabe si nunca más pesadillas.
No se si te he dicho alguna vez lo mucho que te favorece esa sonrisa. Lo hace. Pero no me acostumbro, ya se que no te gusta sonreír; que sueñas en blanco y vistes en negro; que respiras bajo el agua y te duchas en seco.
¿Cuándo fue la última vez que te quisiste? Creo que fue hace tanto que yo aún no sabía lo que era echarte de menos, y de eso hace tantos años... que la última tarta de cumpleaños que recuerdo al lado de tu abrazo sòlo llevaba una vela. No, no llores, que ya me he acostumbrado a la sequía de este desierto.
Por no necesitar, no necesito ni aliento para continuar. Me rindo. Tú ganas. Abraza las sombras y mécete hasta que nunca más se haga de día, hasta que el silencio no se escuche, hasta que la marea toque la punta de tu lengua.
Abraza las sombras y siente el frío que yo llevo años intentando calentar. Y te va a sorprender, y quizá te va a doler despertarte y no poder ver, pero lo siento, yo no enciendo más la luz. Tendrá que quemarse otro por ti, alguien que no sea todo cenizas ya.
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