Me mata cada mísero detalle que encuentro por el camino. Me golpean los recuerdos sin piedad, como si creyesen que soy de piedra y no me afectan. Llevo una semana especialmente recordativa... Será porque se acerca la fecha de su primer viaje, de nuestro primer reencuentro. El primer beso en un ascensor, la primera cena, la primera noche... En fín, demasiadas primeras veces que no se pueden repetir.
Yo no decidí grabarme esta historia a fuego, nadie me preguntó si quería hacerla parte de mi vida, si estaba dispuesta a arrastrarla conmigo durante el viaje. ¿Por qué?. Por que a pesar de llorar semanas enteras por su culpa sigo soñando con su regreso, por que me tocó a mi la parte más difícil...
He intentado arrancarlo con pinzas, absorverlo, borrarlo, matarlo; pero todo es inútil; fabriqué demasiadas maneras de sentirlo más cerca y ahora me persiguen, me queman, me asfixian sin piedad y sin remordimientos.
Calendarios con días marcados, días que se acercan pero que no corresponden a este tiempo. Pasado. Pasado que escuece como si vertieran litros de agua con sal en la herida que aún palpita en mi pecho; llamándole, pidiéndole que vuelva, que me cure, que me abrace.
Presiento que vuelvo al principio, a las noches en vela, a los ojos hinchados, a las caras largas, a las ganas de entregarse al vacío, a no querer sentir nada... El dolor es un mal compañero pero siempre te acompaña en tus horas más bajas y te aferras a él porque es la única manera de cicatrizar.