17 de abril de 2012

Diarios.

No hay nada peor que escribir en una hoja de papel tu vida, luego cuando vuelves a encontrarte con ella desprende la alegría, el amor o el dolor con que lo escribiste. Te envuelve en un abrazo mágico, aunque a veces asfixiante, y por más que duela, por más que se abra la herida sigues leyendo esas líneas como hipnotizada.      Y así estoy yo. Intoxicándome de palabras bonitas, devorándo el cuaderno que recoge los últimos 11 meses, mi resurjir, mi empezar de cero, mi dejar atrás a todo aquel que me hizo daño.



En la primera página el adiós definitivo. El momento en el que me quité la venda de los ojos, el momento en el que caí en la cuenta que estaba llorando por algo que nunca había existido en lo terrenal, que había sido fruto de la pasión, no del corazón, fruto de la necesidad de libertad que acumulé durante tantos años. En la primera página carpetazo a la distancia. Al doler por doler, al llorar hasta la extenuación, pero sin quedarme dormida; al desamparo de saberme sola, utilizada. Carpetazo a los momentos malos... y a los buenos. Y a los buenos, porque cada vez que me descubría pensando en ellos se empañaban, y la nube de la rabia descargaba contra ellos dejándolos mojados, débiles... En la primera página sonaba todo mal, y al leerlo, aún me escucho en  mi cabeza sorbiendo por la nariz, con cara de no dar crédito... pero en seguida pego un salto y vuelvo a encontrarme serena, relajada y bien. Carpetazo. Carpetazo a algo que no me hacía sentir bien, que no era puro, que no era de verdad... Carpetazo a esos besos contaminados. Carpetazo a la confianza rota; rota por cinco sitios. ¿Tan difícil es ser sincero con las personas?, ¿tanto cuesta aliviar un poco de sufrimiento a otro ser humano? Ya no se trata de amor, si no de humanidad. ¿Se puede vivir prometiendo paralelamente?, ¿se puede ser feliz así?.                                                                                                                                    Lo peor es reavivar la impotencia de saber la verdad y querer luchar contra ella, negarla, borrarla, apartarla del camino como si de una simple piedra se tratara, pero más que piedra es todo un monolito. Frío. Alto. Fuerte. La verdad siempre sale a la luz, ya sea por boca ajena o por labios que has besado tantas veces...



En la segunda página fragilidad. Abrir poco a poco de nuevo las alas al mundo, con miedo, con pausa, con angustia. Angustia por ver que todo lo que te rodea es nuevo, o descubrir que todo eso siempre ha estado ahí y nunca has sido capaz de verlo. Amigos que vuelven para arroparte, para cuidarte, para jurarte al oído que siempre estarán a tu lado, por muchos tropiezos que tengas, por muchas lágrimas que tengan que secar. Y yo los miraba... y no les reconocía. Me sentía pequeña, absurda, débil. Muy débil.                                          
En la segunda página alcohol. Ríos de alcohol y no de tinta. Alcohol por la mañana, por la tarde, por la noche y de madrugada. Alcohol para explotar la mente y todo lo que guarda, para descansar, para poder dormir, para poder reir. Litros de auténtica mierda carcomiéndote la sangre de las venas, corrompiendo todo lo que siempre has sido, distanciándote del amanecer y arrastrándote a zulos oscuros con gente que no te conviene. Y tus amigos... tus amigos te siguen el rollo, y en vez de pararte, en vez de hacer que reduzcas velocidad te dan otro impulso, al precio que sea, para que sigan viéndote sonreír... Esos amigos... esos amigos no valen nada. Esas personas solo se acercan a ti para que seas tú la que le ponga brillo a sus noches porque ellos no se atreven, y ahí te tienen, como bandera, como ejemplo de roca sólida, mientras tu por dentro te vas pudriendo...
En la segunda página excepciones. Amigos de verdad, como lo son aquellas personas con las que he empezado este párrafo. Amigos que se arrancarían sus propias alas para que tu pudieras tocar la luna por última vez. Que se vestirían de payaso para dibujarte una sonrisa, o dos. Que regalarían su sueño si lo necesitaras tú. Que te cantarían una nana, que te abrazarían toda una noche, que llorarían contigo al salir de una discoteca, que te raptarían de casa para que no tuvieras que vivir ni una tarde más los gritos de la depresión. En la segunda página AMIGOS. Y verano. Y calor. Y vacío.

Y esperanza.



En la tercera página dudas. Pero antes de las dudas un momento. Una persona. Una noche. Un segundo... y todo se pone patas arriba, colocándose dentro del gran desorden. 
En la tercera página mariposas, sensaciones que no sabes controlar, ni ocultar.
En la tercera página deseo, ganas, mensajes, citas, cine... Y dudas.
En la tercera página detalles. Detalles de esos que no se olvidan y recuerdas cada vez que sales a la calle, o ves un avión pasar, o ves que un niño se cae y no apoya las manos. Detalles. Como un jersey gris que se disfraza de excusa una noche para intercambiar miradas, y un beso tímido. Detalles. Noches de fiesta en las que nadie, y digo y recuerdo, nadie, brilla como él. 
En la tercera página palabras atragantadas en el portal. Miradas que se encuentran y huyen, y mueren en una media sonrisa. Secretos. Confesiones. Y el primer beso. Lento. Corto. Especial. Me resulta gratamente curioso recordarlo de una manera tan nítida. Puedo cerrar los ojos y sentir todo lo que sentí. Respirar su piel cerca de la mia, sus manos agarrando mi cara ¡como si me fuera a escapar!, mi nariz cerca de la suya... y ese primer contacto, esa chispa que incendió todos los rastrojos que se agolpaban en mis venas...
En la tercera página, de nuevo esos 'amigos' que te quieren ayudar. Ayudar a destruirte. Palabras que se lanzan sin pensar en las consecuencias que pueden tener, palabras que se dicen con tanta convicción que se hacen ciertas de camino a mis oídos. Palabras que duelen. Palabras que quieres ocultar, que deseas no haber escuchado, palabras que desgarran la fina piel que habías estrenado.Palabras que quieres catalogar de mentira pero te suenan a realidad; palabras que son mentira y tú, idiotamente una vez más, conviertes en verdad... Palabras que guardas en un cajón, palabras que estallan y esparcen las dudas por toda la habitación, y entonces yo, en la tercera página, página que por desgracia recuerdo día trás día, escribo adiós. Adiós. Con esa cara mirándome a los ojos, contrariada. Y yo, sentada en la cama, con la cara tapada por las manos, creando un pequeño océano de lágrimas, maldigo el momento en el que decidí creer a esa boca. A esa boca que solo quería recuperar lo que pudo conseguir una noche de la segunda página, una noche de alcohol, una noche que no fue especial, una noche que no le elegí. Una noche que olvidé al día siguiente, cuando me levanté y solo recordaba una sudadera roja. 



En la cuarta página silencio. Remordimientos. Tardes enteras mirando por la ventana y releyendo las primeras hojas de la tercera página... Dolor. Echar de menos. Un mes vacío. 



















En la quinta página un año nuevo. Y propositos nuevos. 
En la quinta página se escribió una Noche de Reyes. Una noche corta, de miradas que se evitan, de carrillos colorados, de vergüenza, de ganas de borrar y de arrancarte el orgullo, degollarlo, hacer que desangre cada uno de los sentimientos que se ha tragado. 
Me acuerdo del momento. Se me eriza la piel, todavía. Se iba, delante de mi, y yo estaba ahogando las ganas de abrazarle, me las estaba comiendo, y me estában sentando mal. Luego, un segundo después, un impulso, un impulso que debería enmarcar y hacer de él mi religión, me empujó a sujetarle la mano cuando se dio la vuelta, con el abrigo puesto y se encaminó hacia la puerta...
-No te vayas. Quédate.
-¿Por qué?
-Porque si..
-Esa razón no me vale.
Valor. Un suspiro hondo. Las manos sudadas. 5 centímetros hacia delante. Mis brazos aferrándose a su cuello y un beso. Cargado de perdón, de mil disculpas, de culpa también. Un beso cargado de sentimientos, de millones de 'te he echado de menos'.. y un peso que se descarga. Y un abrazo, y una sonrisa, y esas ganas de llorar cuando vuelves a casa después de mucho tiempo y ves que tu habitación sigue igual. Que la familia sigue igual, y que tu reflejo en el espejo sigue igual.... De fondo esa canción, que tantas veces me ha acompañado cuando escribía. 



En la quinta página besos. Caricias. Susurros. Besos. Caricias. Enfados.
Mensajes a las 18.00h, clavadas, y una sonrisa más grande que nada automática. Más grande que nada. 
Luego se me vienen a la cabeza esas alturas, de noche, y se me mezclan con las palabras de ayer. Y duele. Todo duele de repente al rededor. Todo deja de tener colores bonitos. Y ha vuelto el frío. Y no se va. 
En la quinta página noches durmiendo abrazados, mordiscos, cosquillas. Mañanas despertando con un 'Buenos días princesa', o con un beso. Mañanas de la mano, en cualquier dirección, sentados en cualquier parque. Tardes. En la piscina o en un atasco. Música. Europa. La Torre Eiffel. 'Europa nueva, contigo', así es como llamé a la hoja que escribí ese día. Todo es nuevo cuando los ojos que te lo enseñan lo son, todo tacto es único cuando las manos que te lo brindan lo son, todas las palabras son únicas cuando los labios que las pronuncian lo son... 
En la quinta página abrazos en el sofá, películas en la cama, espuma en la bañera. En la quinta página desayuno, comida y cena. Todo incluido. Palomitas. 
En la quinta página cervezas. Idas de olla. La palabra PERDÓNAME empapelándome la garganta... En la quinta página esa moneda. Ese momento de, 'si sacamos nosotros te quedas'.. y ese saque. Y esa absurda, estúpida y repelente felicidad. 
En la quinta página manitas. Cambios de marcha. Embrague. Frenos... y desenfreno. Pasión, centímetros de piel, respiración agitada...
En la quinta página hay tantas cosas... que necesitaríia otras tres horas, que son las que llevo escribiendo, para contarlas.

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