... pero como duele hacer la cama que un día deshicimos juntos, mientras nos comíamos a besos, saboreando cada pedazo de nuestra piel, abrazándonos como si temieramos que una ráfaga de aire nos pudiera separar. Regalándonos miradas, robándonos caricias a altas horas de la madrugada mientras yo le pedía al sol que saliera un poco más tarde, para que no tuviera que quedarme a solas en una cama que es perfecta para dos. Que era perfecta para ti y para mi y que ahora es solo un colchón más, en el que puede dormir cualquiera. Hasta la almohada resulta incómoda si tu no estás en un extremo. Dormido. Soñando.
Ahora las sábanas pesan, mientras que meses atrás el único peso que sentía era el de tu cuerpo sobre el mío.
Donde habrán quedado esas noches.... en las que nos perseguíamos para mordernos la boca, ansiosos por llegar más lejos. Las noches en las que nuestras manos eran más rápidas que nosotros mismos y hacían que nos perdiéramos, que nos dejáramos llevar.
Se que lo he perdido, pero aún lo puedo recordar, no se si por suerte o por desgracia, porque no hay nada más triste que recordar algo feliz y no poder volverlo a vivir. Es como cuando alguien muere, que se va la oportunidad de disfrutar de su presencia pero no todos los momentos que os dio tiempo a vivir.
Contigo es algo parecido. Se me ha escapado la posibilidad, pero el deseo sigue intacto, agazapado... esperando atacar de nuevo o morir lentamente, pero recordando como últimos tus labios.
Nadie acaricia tan perfecto
No hay comentarios:
Publicar un comentario