Otra vez me he dejado llevar por el espejo, por las mentiras que cuenta, por las heridas que regala cuando nos miramos a la cara. Me saluda y me invita a desnudarme, como antes, y me empieza a señalar, a sacarme fallos, a reírse... Se adueña de mis oídos y me dice que si no me gusta lo puedo cambiar. Otra lágrima. Otro pasito para atrás.
¿Por qué no hay nadie que me pare?, ¿por qué no me dejo ayudar?, ¿por qué si sabiendo que es malo me empeño en dejarlo todo a un lado y en seguir a ciegas un camino que no es sano?
Me gustaría parar, pero algo dentro de mi me grita que continúe, que me lance. Esa voz me asegura que al otro lado habrá alguien que me recibirá con los brazos abiertos, pero no es cierto, porque cuando cierro la puerta del baño solo estoy yo, el espejo y el asco que me doy.
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